Trancribimos un texto muy maduro del ex Superintendente de SUNAT, Manuel Estela Benavides, fechado el 8 de marzo y que intenta causar reflexión, en momentos en que, por ejemplo, los candidatos presidenciales tienen la oportunidad de proponer mejoras al tema tributario en general, dentro de lo que se conoce -y así también lo menciona el autor- como el triángulo impositivo: el régimen, el código y la administración.
Más allá del objetivo electoral del autor en su rol de candidato congresal, consideramos oportuna la reflexión por la identificación de quien tuviera a su cargo la dirección del asunto tributario en sus orígenes , por lo que el conocimiento del tema está descontado. Además, existe un tema que se trata que es fundamental y con el cual coincidimos plenamente, la autonomía institucional, al más alto nivel.
REFLEXIONES DE LOS 20 AÑOS DE FUNDACIÓN DE LA SUNAT 1991-2011
Manuel Estela Benavides
Creo conveniente comenzar estas reflexiones reconociendo un hecho: siempre he percibido que mi relación con la SUNAT es de una naturaleza especial, que está más allá de una resolución de nombramiento y de una carta de renuncia.
Al respecto, confieso que aún me sorprendo al constatar dos decisiones singulares. La primera, haber aceptado en febrero del 1991, la inmensa tarea de dirigir la restauración de la tributación peruana. Determinación que se tradujo en un esfuerzo conjunto que, en aquellos días, sintetizaba con la siguiente expresión:
“La SUNAT siembra honestidad donde impera corrupción.
La SUNAT reemplaza escepticismo por credibilidad.
Y, así, la SUNAT va desterrando la frustración,
instaurando esperanza en nuestro país”.
Hoy veo, con meridiana transparencia, que tales palabras evidencian la esencia del alma de la SUNAT.
En el contexto económico y social de ese tiempo, que en términos de Jorge Basadre, caracterizaríamos como “al borde del abismo”, tanto la urgencia de reinsertar al Perú en la Comunidad Financiera Internacional como la impostergable necesidad de recuperar el equilibrio macroeconómico, pusieron el balance fiscal y, consecuentemente, la cuestión tributaria como un asunto absolutamente prioritario.
En ese escenario, fue posible implementar –sin interferencia de grupos de poder- un diseño técnico que abarcó los tres vértices del triángulo impositivo: el régimen, el código y la administración. Así, tuvo lugar el periodo fundacional: 1991 – 1994.
Una mirada retrospectiva deja ver con claridad que en él se establecieron sólidos cimientos en materia de capital humano, estructura organizacional, sistema de gestión de información; se simplificó el régimen tributario y se reformuló el código impositivo. Pero, también, revela diáfanamente que ese proceso que tantas ilusiones despertó quedó inconcluso, específicamente en lo que concierne al proyecto de construir una tributación equitativa.
Considero que luego la historia de la SUNAT se vuelve azarosa: se suceden un periodo de tinieblas, un esfuerzo restaurador también inacabado, una etapa errática y una incierta situación institucional de alguna forma encubierta por una tendencia favorable de la recaudación que principalmente deriva de la evolución positiva de los precios de los commodities.
Ahora es claro que el proyecto SUNAT incomodaba a quienes ven al Perú como un espacio para hacer malos negocios, a quienes más allá de un lenguaje a favor de modernizar el Estado, en realidad hacen todo lo que pueden para que el Estado peruano siga siendo frágil e incoherente. Porque así pueden realizar con mayor facilidad el propósito de utilizar la función pública en beneficio privado.
El futuro de la SUNAT no puede continuar acumulando improvisaciones y desaciertos. ¿Puede alguien en su sano juicio pretender el retorno a una institución tributaria tipo la Dirección General de Contribuciones? Ciertamente, no.
Hay que subrayar que la SUNAT tiene un rol crucial en la cristalización del mayor anhelo peruano: alcanzar el crecimiento con bienestar difundido. La llave de bóveda para lograr el desarrollo es la misión que concierne a la SUNAT. Para tal fin, hay que replantear la cuestión tributaria desde la perspectiva correcta: la equidad. La tributación que el Perú necesita para que haya justicia en el país, tiene que estar protegida de la influencia de operadores políticos y grupos profesionales al servicio de intereses particulares. En mi opinión, aspirar a mejorar la tributación peruana soslayando esa exigencia equivale a pretender arar en el mar.
Aspirar a mejorar la tributación en el Perú, ir hacia una tributación constructora de equidad, requiere primordialmente establecer la autonomía constitucional de la SUNAT.
Por esa causa, y solo por ella, puedo explicar mi segunda decisión singular : incursionar en la vida pública aceptando sin amargura la exigente condición de adentrarme en un terreno en el que la complejidad y la ambigüedad de la condición humana son particularmente evidentes.
El aspecto equitativo de la tributación supone una convicción básica: entender al país como Patria. ¿Qué es Patria? Es algo más que un espacio para hacer transacciones. Patria significa tierra de nuestros ancestros, experiencia de vida de una comunidad. Patria peruana evoca múltiples raíces. La unidad peruana no nace de un origen común, sino de una historia vivida en una misma tierra con no pocas experiencias ingratas, atravesada de paciencias ocultas y dolorosas injusticias. Patria es vivir como la gran familia de esta tierra nuestra y ello exige hacer justicia con los tradicionalmente marginados y humillados. Aquí reside la grandeza de la tributación: constituye un instrumento privilegiado para hacer realidad “la Patria Invisible” de la que nos habla Jorge Basadre. Estoy seguro que esa es la forma en que los trabajadores de la SUNAT entienden y sienten la tributación.
En nuestro país, están mal repartidas las riquezas y las penas. Se habla mucho de inquietud por los pobres. Pero no es seguro que se vayan a adoptar las decisiones necesarias para que su situación cambie. Hay que trabajar para instaurar en el Perú las condiciones necesarias para construir equidad. Y en esta tarea, la tributación resulta crucial. No se trata solo de proclamar una preocupación por los pobres como un adorno.
Entiendo la política de una manera diferente a la concepción común imperante. La entiendo como la participación del individuo en las decisiones que atañen a los asuntos públicos. Tal participación es un deber y un derecho inalienable de todo ciudadano. La entiendo como un servicio al bien común, sin esperar nada a cambio; y no como el privilegio de una parte de la población para su propio beneficio. Es hora de enfrentar esta cuestión sin falsos miedos.
Incursiono, pues, en política para luchar por la autonomía constitucional de la SUNAT: en este peregrinaje estoy junto a la SUNAT. En este marco, agradezco a quienes han tenido el coraje de proporcionarme sus correos personales. Ello es un signo de compromiso y esperanza. Lo que no se siembra no se cosecha; lo que no se empieza con sudor y lágrimas, con ingenio y entusiasmo, no se alcanza en la vida.
Creo que la esperanza de un porvenir peruano más justo, que la conciencia de la dignidad y el sentido de los derechos que cada peruana y peruano tiene, con la experiencia atribulada vivida por la SUNAT en no pocos años de su vida, confieren a la exigencia de la autonomía constitucional una hondura y apasionada serenidad que nada podrá detener. Esta causa, es la tarea que requiere el apoyo de todo peruano de buena voluntad.
Puedo entender que vivencias laborales poco gratificantes pueden generar una invitación al pesimismo y al temor. Estas reflexiones pretenden de alguna manera responder a esas tentaciones. La desesperanza no nace ante una obstinada adversidad, tampoco del agotamiento por una lucha desigual. Ella se impone cuando no se tiene motivos para luchar y entonces se produce la inacción. Aunque la tarea que viene será difícil, las razones para luchar son manifiestas y pétreas. En mi caso, tratándose de la tributación constructora de equidad, las tengo más claras que nunca.
Bendita SUNAT : volverás a renacer, porque el bien del Perú lo exige.
* * *
Por el bien del Perú esperemos que SUNAT vuelva a renacer y para eso necesita al igual que en los 90, hacer una purga y quedarse con los mejores.
ResponderEliminarDespues de 24 años de creacion de LA SUNAT,
ResponderEliminarMayo 1988: Ley Nº 24829 se crea la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria SUNAT como institución pública descentralizada, dejando sin efecto el Decreto Supremo Nº 369-EFC.
A esta fecha esperemos que el Con las delegaciones al Ejecutivo no duden en una realizar una nueva reforma tributaria y que todos los peruanos contribuyan pecuniariamente para el sosten economico, para que este ultimo brinde los bienes y servicios publicos que la sociedad demande, felicitaciones a Manuel Estela Benavides