La ciudad de Chiclayo ha sido hace pocos días escenario del I Seminario Internacional sobre uso de las tecnologías en los procedimientos administrativos, hecho que motiva un especial comentario al respecto. Si bien es cierto, es menester resaltar el esfuerzo, la temática y el despliegue realizados, resulta de mayor importancia dar cuenta de los resultados o conclusiones sobre el mismo, a la luz del advenimiento cada vez más inminente de la instauración de las distintas tecnologías en el quehacer diario del administrado al frente de una administración pública cada más profesional y especializada, aunque usted no lo crea.
Por sobre todas las cosas, somos en este espacio convecidos y convincentes en el camino nuevo que debe seguirse en la sociedad actual, sociedad de la información y de la virtualización. Los administrados, con sus derechos incólumes, han demostrado estar lo suficientemente maduros para administrar sus propias penurias y proponer alternativas de solución a sus problemas de atención inoportuna o ausente y hasta a veces maltrato por parte de la vieja administración de los países. El Perú sigue siendo testigo de cómo se capacita su nueva administración en lo que la ciencia denomina Gobernanza o Buen Gobierno, y que no es sino la manera de optimizar la eficiencia en el servicio para lograr satisfacción y poder entonces exigir de la ciudadanía el cumplimiento de sus obligaciones.
Si llegamos al punto en el que nos queda claro que las sociedades están yendo a un escenario en el que todos o casi todos los trámites son virtuales y expeditivos, podremos entender entonces la necesidad de que ese tránsito sea más seguro, rápido y sostenible en el tiempo. De ahí que debamos amparar los esfuerzos que desde el Estado se dan, independientemente de los gobiernos, para avanzar en este sentido.
El Seminario en cuestión versó sobre el expediente electrónico y el uso de las tecnologías en los procesos judiciales, una realidad muy dura de enfrentar si se quiere lograr la mejora sustancial del Poder Judicial. Lo cierto es que, en este aspecto, el Seminario logró consagrar las necesidades de cambio y apuntalar algunas experiencias exitosas de otros países, como Costa Rica o Brasil, realidades en las que ya existe dicha herramienta. Más allá de la comunicación fluida de los ponentes, expertos en la materia en sus entornos, no se logró mucha profundidad en cuanto al detalle de las tecnologías a ser utilizadas o la manera en que se debe ir enfrentando el cambio progresivo del soporte físico al virtual.
Felicitamos, sin embargo, la iniciativa y esperamos que pronto haya más como aquella, porque lo que falta es luz en este camino todavía algo oscuro por tramos, lo que transmite un poco de temor e inseguridad al transitarlo. El miedo hay que perderlo y la inseguridad se combate con conocimiento del tema. En eso estamos y seguimos.
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